miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Cuándo hablaremos de la Ley de la evolución en lugar de teoría de la evolución?

Cuando hablamos de la evolución con alguien, es casi matemático que se llegue al punto en el que uno de los participantes de la conversación diga: eso no se puede demostrar. Y, fanatismos aparte, suele tener que ver en cosas como 'no puedes demostrar que el bicho X evolucionó a Y', siendo X e Y seres vivos extintos. Además hay otras muchas pajas mentales, pero fundamentalmente se debe a algo así. Bueno, no exactamente: a no poder observar el hecho en sí y a no poder explicar, según ellos, hechos de complejidad singular como la inteligencia. Muchas de esas críticas se pueden encontrar en el libro de Michael Denton, seguidor del diseño inteligente, La caja negra de Darwin. Se ceban con el pobre Darwin, ignorando convenientemente que sus ideas fueron refinadas y ampliadas en lo que hoy día se llama teoría sintética (otra vez el condenado epíteto teoría) aunque podría valernos con esa mera reconstrucción histórica de la que se jacta el propio Denton, se verá más adelante. No obstante, queramos o no en el escenario tenemos que 1) la variedad de las poblaciones se debe a las mutaciones, las cuales se dan al azar, y que se incrementa por la recombinación; 2) esos caracteres fluyen en el seno de una población, hay un flujo genético entre poblaciones cuyos caracteres fluctúan por la deriva génica y, llevado al extremo, puede hacer desaparecer por completo, siendo ese carácter irrecuperable; y 3) la selección natural sería la encargada de filtrar todo lo anterior. Tiene cosas discutibles, como la negación del saltacionismo, pero son flecos comparados con el meollo del asunto, que podría resumirse en lo anterior.

Hoy día somos testigos de muchos hechos curiosos y que no se suelen relacionar. Por ejemplo, no es raro aceptar un análisis de ADN como prueba de paternidad. El hijo o la hija desciende del padre X y la madre Y. Es una prueba tangible y que se puede demostrar, aunque nos tengamos que remontar al experimento de Meselson y Stahl que demostró cómo se replica el ADN. En el tiempo en el que se produjo el experimento, había tres hipótesis sobre cómo se replica el ADN: de modo conservativo (la molécula original que sirve de molde queda intacta y la molécula nueva es íntegramente de nueva síntesis), de modo semiconservativo ( una hélice es de la molde y otra hélice de nueva síntesis, siendo la molécula final una mezcla entre la molécula antecesora y la que de nueva síntesis) y de modo dispersivo (donde la molécula final es una alternancia de moléculas de nueva síntesis y la original). Finalmente se demostró que lo hace de modo semiconservativo. En otras palabras, hay relación genética directa entre un padre y su hijo. Por extensión relaciona a toda una familia.

Tampoco es raro ver hoy día, en las diversas infecciones que nos importunan, ver que aparecen 'cepas resistentes a...', 'cepas que son más virulentas que antes' (o menos virulentas que antes), etc. De hecho, fenómenos de ésta índole ya fueron comentados en otras entradas de éste blog (guerra biológica o evolución vírica). Decimos que los patógenos y las epidemias evolucionan. Y lo decimos todos con toda la normalidad del mundo. Y no sólo sólo se dice con naturalidad, se demuestra con naturalidad (y diría que incluso con cierta monotonía). Ya sólo con ésto... ¡se ha demostrado que la evolución existe! y además según gran parte de lo postulado por Darwin (y, evidentemente, por lo demás que incluyó la teoría sintética): ¿Por qué se le sigue llamando teoría cuando se ha demostrado inconscientemente?.

Todo eso está muy bien, pero... ¡ay como se nos ocurra mezclar al ser humano con toda esa parafernalia! nosotros, que nos hemos autoproclamado la perfección de la naturaleza, tenemos que estar en un lugar privilegiado. La ciencia es terca y un palo importante se lo llevaron muchas personas con la secuenciación del genoma. Personas que decían que alguien tan perfecto como el ser humano debía tener del orden de 100.000 genes por variopintas hipótesis... ¡y no tenemos más que 30.000 genes mal contados!, más o menos los mismos genes que un maldito ratón (99% homólogo al humano) y poco más del doble de genes que una mosca.

Con lo expuesto anteriormente y que hoy día se ha demostrado la evolución, no hay más que tirar del hilo hacia atrás para hacer esa mera reconstrucción histórica de la que Denton y otros muchos se burlan: efectivamente, el chimpancé y el ser humano tienen el mismo "padre" (aceptado por pruebas de paternidad), y tiene relación de parentesco con otros animales como los simios en general, más cercanos, hasta el bicho más simple conocido (LUCA) como pariente muy lejano (tatara-enésimo). Y ésto es algo tangible y demostrable con la tecnología actual: un simple análisis de ADN. Que si para no tener que pagar una pensión ajena tiene validez, para aceptar otras cosas le tenemos que dar la misma validez. Básicamente porque es la misma cosa lo que se analiza.

Ahora cogemos esa fuente de variabilidad, la recombinación, el flujo genético, la deriva genética y la selección natural, las juntamos, le damos 4.800.000.000 años ... y al que realmente sea consciente de ese tiempo le entrará un mareo sólo de pensar en combinaciones de combinaciones de combinaciones. Tantas, que no es precisamente raro que aparezca algo llamado inteligencia. Y no sólo eso, en la naturaleza tampoco es raro: delfines, orcas, elefantes, simios (humano incluído), caninos, felinos... todos ellos de gran inteligencia. Además, quitando los caninos y felinos (hasta donde se sabe), el resto de los grupos listados tiene algo que llamamos los humanos consciencia. Y no sólo eso, esos mismos grupos son capaces de desarrollar una cultura propia (desde coscumbres distintas hasta formas de comunicarse diferentes, dialectos o jergas). Es el tener un pulgar prensil lo que nos permitió sostener con seguridad objetos y, de ahí, a desarrollar una cultura que nos trajo donde estamos hoy día. Si ellos no escriben el quijote o no recitan al pollito clock es porque anatómicamente no pueden. Del mismo modo que nosotros, por imposiciones anatómicas, somos incapaces de ver en la más absoluta oscuridad como hacen los cetáceos porque carecemos de las estructuras anatómicas necesarias para emitir y recibir ultrasonidos.

No es tan bonito, pero Tyler tiene razón: No eres un bonito y único copo de nieve, eres la misma materia orgánica en descomposición que todo lo demás, todos somos parte del mismo montón de estiércol...

Bibliografía:

domingo, 28 de marzo de 2010

¡No me lo creo! (Adenda)

Para aclarar un poco la entrada anterior, decir que los participantes en la lotería de la vida es la propia vida y a cualquier nivel: desde un prión hasta la propia biosfera. En el momento en el que las mutaciones hacen acto de presencia (es decir, desde que hay variabilidad), nuestro material hereditario lleva los números de nuestro boleto. El entorno en el que cada componente de la vida se mueve es el encargado de realizar el sorteo: ahora saco pH ácido, ahora saco un meteorito, ahora subo la temperatura, ahora la bajo, ahora cambio un nucleótido por otro...

Es un sorteo que se da cada nanosegundo, cada microsegundo, cada día o cada 50 millones de años. No tiene la misma vida media un prión que un elefante, y éste no tiene la misma vida media que un roble, un tejo o una encina, y por tanto no caben todos en el mismo sorteo. O sí que lo hacen, pero van en bombos distintos y por cada bola que sale para roble, han salido 10 para el elefante y 10.000 para el prión. Como premio de ese sorteo: la supervivencia. Sobrevivir al sorteo y tratar de matar el tiempo hasta llegar al próximo (¡como si se pudiera matar el tiempo sin insultar a la eternidad!). Aunque todo tiene su pero, cuando te toca la lotería ya no hay vuelta atrás, te llevas el premio sí o sí. Es decir, pese a que delfines y humanos seamos primos hermanos, no nos puede aparecer de golpe y porrazo una aleta o no se nos puede cambiar de golpe el oroficio nasal hasta una posición dorsal.

La naturaleza trabaja con lo que tiene, de ahí que haga chapuzas. De no ser así, en un plis crearía un bicho perfecto, cosa que no existe. Por tanto, la historia de cada ser vivo condiciona su futuro. Aunque, evidentemente, si la lotera que es la naturaleza así lo estipula, con el tiempo podría haber cierta convergencia; pero converger no quiere decir volver a tener, quiere decir encontrar una solución similar, no la misma, a un mismo problema, en tanto a lo largo de nuestra historia una serie de límites anatómicos se han impuesto y se debe lidiar con ello. Es más, a la naturaleza le gusta ser chapucera: en el momento en el que algún bicho se descarrila y se vuelve perfeccionista lo quita de en medio (<> ahora que pongo ésto, podría pensar que la naturaleza debe ser española < /desvarío >). Cuando un ser vivo se especializa, ha perdido tanto en su historia, que no le queda otra cosa que aquello en lo que se ha especializado. ¿Qué ocurre cuando, en el sorteo, a aquello en lo que se ha especializado se le ha acabado el dinero y ya no tiene para participar más en la lotería? vamos, ¿qué ocurre cuando el sustento del especialista se muere? Como se ha especializado tanto y es incapaz de usar otra cosa, acompaña a su sustento en el camino de la extinción. La imperfección no va así. La imperfección implica usar peor algo que el perfeccionista sí sabe utilizar, pero usar más cosas (todas ellas de modo poco eficiente) y por tanto amortigua mejor los embites del sorteo. Ande yo caliente y ríase la gente.

La naturaleza es caprichosa en su sorteo, como ya demostrara Heisenberg, así que más vale que vuestros bolsillos puedan sustentar vuestra participación si no queréis quedaros por el camino y que la naturaleza siga repartiendo suerte sin vosotros.

sábado, 27 de marzo de 2010

¡No me lo creo!

Cuando una persona ve algo en la naturaleza realmente increíble, no es raro escucharle decir (o leerle) que no cree que algo así haya ocurrido por casualidad o por azar sino que alguien debió intervenir. Dependiendo de dónde se pregunte, o a quién, ese alguien recibe el nombre de Dios, Alá, Yaveh o Gran Zontan, entre otros muchos nombres. A mi, como persona ya no ya de ciencias sino como persona observadora, esa creencia me choca bastante esa y voy a exponer por qué.

En primer lugar está la estadística. Mejor no. Voy a empezar desde el principio: falta de la consciencia del tiempo. Cuando una persona escucha o lee de algo que ocurrirá dentro de 20 años dice "buah, eso está lejos, de aqui a que pase...". Sin embargo, cuando leen o escuchan que algo aconteció hace X millones de años (o sin millones, hace miles de años o incluso cuatro siglos mal contados) pues se quedan un poco con cara de "pos vale", salvo que digas que cada X tiempo caen nosecuántos meteoros, o que el sol crecerá tanto que consumiría el planeta, o cosas así donde se pasa al otro extremo: al temor de que ocurra mañana. Realmente no sabemos qué cosa es el tiempo y la dimensión tan absolutamente brutal que tiene. Si lo referimos todo a segundos, pues todo el mundo sabe que un minuto tiene 60s y una hora 3600s. Un día tiene 86.400s, una semana 604.800s y un mes (de 30 días) 2.592.000s. Si uso 1 no dice mucho, pero pongo los más de dos millones y medio de segundos que tiene "1 mes" entonces vemos que es un "pelín" de tiempo. El año tiene más de 31.000.000s en números redondos. Realmente es mucho tiempo, no nos parece tanto porque nuestra mente está realizando otras tareas y no tiene tiempo para ver si el Cesio 133 va por la vibración 1 ó la 9.192.631.770, pero si nos paramos un instante y nos hacemos conscientes por ese instante de nuestra existencia... la cosa cambia. Haced como ejercicio el no hablar, nada de nada (o hablar si no sois habladores) durante 10s. O si lo preferís, contad segundo a segundo lo que tarda en iniciar vuestro ordenador. Os parecerá un tiempo considerable y realmente no son más que unos pocos segundos.

Menos intuitivo es ser conscientes de lo que son cientos, miles o millones de años. Redondeando muy mucho la vida media de una persona, en la sociedad desarrollada (de 70 a 80 años), a un siglo, vemos que cada uno de nosotros sólo ha tenido, en dos siglos, un abuelo y un bisabuelo (bueno, dos, el paterno y el materno). Algo que se puede ver perfectamente en los árboles genealógicos de toda índole que hay en internet. Aunque no he hecho la cuenta, podríamos tener de 50 a 2.500 tatara-n-abuelos. Toda nuestra genealogía, desde la aparición del Homo sapiens podrían encerrarse en cualquier pueblo pequeño español (en general, incluida nuestra subespecie. Si nos ponemos quisquillosos se quedarían, como mucho, en 1.000 tatara-n-abuelos, podrían llegar incluso al nivel de aldea). Ahí quedarían encerrados de 50.000 a 250.000 años de historia biológica. Ahora imaginad lo que son 4.800.000.000 años, que es la edad del planeta Tierra. Enfrentando esos 250.000 años de historia del Homo sapiens frente a esos 4.800.000.000 años (ó unos 100.000 años si hablamos exclusivamente del H. sapiens sapiens, nosotros tal y como somos hoy) podemos empezar a hacernos una idea de por qué los científicos dicen que, en la enciclopedia de la historia de la vida (no recuerdo ahora de cuántos volúmenes), la parte correspondiente a la humanidad se reduciría a una frase.

Ahora vamos al tema estadístico. Gran culpa de todo ello lo tiene la prostitución del concepto de posibilidad, y parte de culpa de esa prostitución la tenemos los científicos. Que algo sea posible quiere decir que no es imposible, es una perogrullada pero no se le toma como tal. La probabilidad de que ocurra algo va del 0% al 100% (o del 0 al 1, si lo referimos a tanto por uno), siendo 0% algo imposible y el 100% algo seguro (¡ojo!, no que sea posible: se-gu-ro). Por tanto, lo que hay entre el 0% y 100% (sin ser 0% ó 100%) es algo posible.

Y aqui es, damas y caballeros, donde se junta el hambre con las ganas de comer: cuando se dice que algo es prácticamente imposible es porque tiene una probabilidad muy baja, qué se yo... del 0,00001% y resulta que, como nos enseñan en el cole, se tiende a redondear al 0% (total, 0.00001 es casi 0). Es decir, hemos convertido a 1 posibilidad entre 100.000 en 0 posibilidades. Nos guste o no el tiempo existe, y ese tiempo hace que lo que era prácticamente imposible se vuelva seguro: cuando el tiempo tiende a infinito (a una cantidad muy muy muy muy grande) vemos que acaban pasando 100.000 "algos"... y, como por arte de magia, acaba ocurriendo lo que pensabamos que era imposible, que esa posibilidad entre 100.000... ocurra.

Creo que ésto se ve mejor con un ejemplo: la lotería. Concretamente el euromillón. El euromillón es un juego en el que hay que seleccionar 5 números de entre 50 posibles y, además, 2 números adicionales entre 9 posibles. La probabilidad de que salga uno de los números de esos 50 es de 1 entre 50, matemáticamente 1/50. Y la de que salga un número estrella es de 1 entre 9, es decir, 1/9. Teniendo en cuenta que para que se den todas las circunstancias (que salgan nuestros números) hay que multiplicar probabilidades (sumar implicaría que salga cualquiera de ellos, pero no todos), tenemos:

1/50 * 1/49 * 1/48 * 1/47 * 1/46 * 1/9 * 1/8 = 5,46 * 10^-11

Aproximadamente, he quitado el chorro de decimales que hay tras el 5. Como al salir una bola no se vuelve a introducir, el número de bolas del bombo pasa de 50 a 49, a 48, a 47 y así según van saliendo bolas, de ahí esa diferencia que véis en los denominadores. Bueno, eso lo que nos dice es que si jugamos un número durante 100.000.000.000 veces (cien mil millones de veces), nos va a tocar el premio gordo 5 veces (no medio toca el gordo, por eso ignoro la parte decimal). O lo que es lo mismo: si jugamos un número durante 18.306.086.400 veces (casi veinte mil millones de veces) nos tocará el gordo una vez. Así que ya sabéis que no os va a tocar, hahah... ¿o sí? La realidad, la cruda y cruel realidad, nos dice que en el plazo que va de una semana a 3-4 semanas, el gordo toca. Y no sólo eso, no es raro que el gordo haya tocado a dos personas (generalmente a ningún conocido al que podamos sablear). ¡¿Pero cómo es posible?! fácil: juegan del orden de 200.000.000 europeos, lo que reduce la probabilidad de que el gordo toque a 1 de cada 90, aproximadamente. Cuando el bote va ascendiendo, el número de jugadores aumenta, lo que aumenta aún más la probabilidad de que el gordo acabe tocando. O lo que es lo mismo: la probabilidad de que toque el gordo del euromillón cuando el tiempo tiende a infinito es del 100% y que cuantos más participantes haya, menos tiempo transcurrirá hasta que toque. Que sea a alguno de nosotros o algún familiar es otro cantar.

Y bién, ¿cuál es la relación entre ésto con lo que supuestamente va la entrada de éste blog? pues simplemente que si algo tiene una probabilidad entre dieciocho mil, pese a ser prácticamente imposible, no tiene una probabilidad del 0% y por tanto puede ocurrir. Todas y cada una de las cosas más extrañas e increíbles que podamos ver en la naturaleza tienen posibilidad real de ocurrir si somos conscientes del tiempo que ha transcurrido desde la aparición del planeta. Incluso el fenómeno más extravagante que se nos pueda ocurrir, como la vida (aqui, aqui, aqui, aqui y aqui).

Así que si una cosa que ocurre una vez casi veinte mil millones acaba pasando en el plazo de unos pocos días, ¿qué nos hace pensar que algo no pueda ocurrir en la naturaleza con 4.800.000.000 años a sus espaldas?. Es más, de hecho ese algo que alguno piensa haya ocurrido, pero si no ha llegado a nuestros días es porque, simplemente, ha palmado en el camino. O quizás aún no ha aparecido, lo que no quita que pueda hacerlo mañana, dentro de 100 años o dentro de 2.000.000.000 años.

domingo, 21 de marzo de 2010

Reflexión sobre la radiación


Ésta mañana leí una noticia donde se decía que Japón construiría 10 centrales nucleares más para el año 2030 y me acordé del sarpullido que le sale a mucha gente cuando escucha o lee la palabra radiación.

Seguro que el 95% del público general, en cuanto escuchan o leen radiación, lo asocian instantáneamente a las centrales nucleares que, a su vez, son asociadas a la bomba atómica por una gran parte de ese 95%. En sentido estricto, la radiación no es más que un flujo de energía en el espacio, bien en forma de ondas electromagnéticas o bien en forma de partículas subatómicas. Ya de entrada, la electromagnética da su juego. Si buscáis una imagen del espectro electromagnético veréis cosas muy curiosas, casi tanto como más de una reacción. Por ejemplo las ondas de radio (o radiación radio, para acojonar más) son uno de los tipos de radiación y nadie dice nada. Bueno, igual cuando Zapatero o Pepiño dicen algo por la radio se maldice un poco y tal, pero sin alarmas ni preocupaciones. Sin embargo, dependiendo de cuánto ruido se haga, puede acojonar más: las antenas de telefonía móvil tan temidas y que más adelante sacaré nuevamente a colación, también son ondas de radio como las de la COPE, RNE, EuropaFM, los 40 principales o cualquiera de las emisoras que millones de personas escuchan cada día.

Las ondas de radio son las menos energéticas de todo el espectro. Si subimos un peldaño energético vemos que hay otra radiación acojonante: las microondas. No acojonan porque nos calientan la comida. A Bender no le hace ni pizca de gracia, pero es otra radiación muy utilizada en las telecomunicaciones y nadie se asusta pese a ser una radiación. Una radiación más energética (ergo, dañina) que las anteriores es la radiación infrarroja: ¿qué cara pondría una persona a la que se le avisa de que el aparato X emite radiación infrarroja? supongo que más o menos la misma que he visto cuando en su momento puse un cartelito en un recipiente con el nombre de ácido acético (actitud de respeto... ¡que es un ácido!). Pero no hay que ser cabrón, así que a ésta radiación la vamos a llamar... calor. Los seres humanos, y todos los organismos homeotermos somos auténticas bombas de radiación infrarroja. Otra radiación acojonante es la radiación visible, que bueno, después de todo no es tan acojonante porque la podemos ver. Tanto la radiación infrarroja, bueno, calor, como la radiación visible o los rayos UV-A (los del bronceado), son mucho más energéticas que las famosas antenas de telefonía, sin embargo éstas últimas son las que se llevan toda la prensa. Además de todas éstas, tenemos ultravioletas (A, B y C), rayos X y rayos Gamma.

La radiación en forma de partículas subatómicas tiene menos chicha ya que sólo están aqui los núcleos de Helio (radiación alfa) y los electrones (radiación beta).

Ahora viene otra cosa graciosa: el 87% de la radiación que reciben las personas es radiación natural, donde el radon se lleva la palma con el 47%. El 13% restante es de origen humano. De ese 13%, el 12% se recibe a través de tratamientos médicos varios (ya sea por exposición a rayos X, chute de yodo 131, etc). Y sólo el 1%, entre pitos y flautas, se debe a la radiación "industrial", de las centrales nucleares. Éstos son los datos generales, lo que hay. A partir de aqui cualquier iluminado puede empezar a usar la estadística para acojonar al personal: ¡el X% de la radiación que más aumenta es la Y!, siendo X un porcentaje aleatorio, siempre de valor absoluto considerable, e Y es la energía a atacar. Y dañinas a algún nivel lo son la mayoría de ellas (el resto con lagunas), pero no sé por qué hay personas obsesionadas con cosas concretas dándole más importancia de la que realmente tienen. El efecto del radón en el cáncer de pulmón de mineros que trabajan en explotaciones de uranio es un efecto bien conocido, o el de las mujeres usaban pintura fluorescente con radón en sus trabajos, ¿y dónde están las alertas por radón? ¿eh?

En la radiación terrestre hay implicados elementos que, dichos fuera de su contexto, podrían llegar a acojonar: potasio 40, carbono 14, radon 226, rubidio 87, tritio, uranio 238 o el torio 232. Todo ello desde la formación del universo (y de éste planeta en particular). De hecho, si tenéis acceso a un contador Geiger y apuntáis a vuestro amigo (o alguien que no os caiga bien si lo queréis asustar) y empezar a escuchar el grrrgrgrgrgrg del conteo. El cuerpo humano contiene alrededor de 10.000 Bq (Becquerel. 1Bq = 1 desintegración por segundo). Son radioisótopos que se encuentran en minerales (de los que se extraen materiales para la construcción, por ejemplo) y también en los seres vivos (parte de los cuales usamos de alimento).

Vivimos rodeados de radiación. Y no sólo eso: la vida ha evolucionado en un universo radiactivo.

Como véis, hay un mundo de radiación más allá de las centrales nucleares. Centrales nucleares que, dicho sea de paso, son muy seguras; aunque los pocos accidentes que se han dado (dividid por el número de centrales existentes y veréis la "accidentalidad" tan irrisoria) han tenido mucha publicidad, estableciendo el acojone en el ciudadano. Supongo que cuando el AVE tenga un accidente a 300km/h la gente hasta se acojonará del AVE, qué le vamos a hacer, la gente es así de influenciable. Pongo como ejemplo el AVE como algo gráfico de muy poca siniestralidad (de momento no hubo accidentes, toquemos madera) pero que podría tener una gran mortalidad si se diera. Cualquiera de vosotros podría poner otro ejemplo similar con cosas cotidianas. Cosas cotidianas que utilizamos sin mayor problema bien porque nos hace falta o bien por placer. Así que, si se quiere mantener un nivel de vida determinado, hay que tirar por ahora de la energía nuclear (si, la que es el 1% de lo que recibimos) hasta que llegue la fusión.

El que no esté de acuerdo, que sea consecuente y se instale paneles solares en su casa para ser energéticamente autosuficientes y vaya a buscar el agua a un rio, y la potabilice -que se puede- de modo no industrial (lo digo porque para llevar el agua a casa y potabilizarla se usan aparatos que requieren de electricidad). De no ser así, veremos con frecuencia (ya se ve, pero bueno) contradicciones tan curiosas como ecologistas protestando contra el uso de combustibles fósiles que van en lanchas de gasolina, o van a sus macroquedadas para reventar actos en automóviles de gasolina/gasóil o, como Al Gore, incluso en avión.

Y a colación de Gore: ¿realmente es una central nuclear tan ecologista? "sí, emite vapor de agua"... ¿pero si te digo que el vapor de agua es el responsable de la inmensa mayoría del efecto invernadero?. Seguro que más de uno se ha echado las manos de la cabeza, mal dolor le de al del gorrocóptero, ¡hoy me ha dicho que vivimos en un mundo radiactivo donde la radiación de las centrales es calderilla y encima que el vapor de agua causa efecto invernadero!


P.D.- Otro día te contaré que emites gases tan dañinos como el archiconocido CO2 o el archiignorado CH4.

Enlaces curiosos:


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