domingo, 28 de marzo de 2010

¡No me lo creo! (Adenda)

Para aclarar un poco la entrada anterior, decir que los participantes en la lotería de la vida es la propia vida y a cualquier nivel: desde un prión hasta la propia biosfera. En el momento en el que las mutaciones hacen acto de presencia (es decir, desde que hay variabilidad), nuestro material hereditario lleva los números de nuestro boleto. El entorno en el que cada componente de la vida se mueve es el encargado de realizar el sorteo: ahora saco pH ácido, ahora saco un meteorito, ahora subo la temperatura, ahora la bajo, ahora cambio un nucleótido por otro...

Es un sorteo que se da cada nanosegundo, cada microsegundo, cada día o cada 50 millones de años. No tiene la misma vida media un prión que un elefante, y éste no tiene la misma vida media que un roble, un tejo o una encina, y por tanto no caben todos en el mismo sorteo. O sí que lo hacen, pero van en bombos distintos y por cada bola que sale para roble, han salido 10 para el elefante y 10.000 para el prión. Como premio de ese sorteo: la supervivencia. Sobrevivir al sorteo y tratar de matar el tiempo hasta llegar al próximo (¡como si se pudiera matar el tiempo sin insultar a la eternidad!). Aunque todo tiene su pero, cuando te toca la lotería ya no hay vuelta atrás, te llevas el premio sí o sí. Es decir, pese a que delfines y humanos seamos primos hermanos, no nos puede aparecer de golpe y porrazo una aleta o no se nos puede cambiar de golpe el oroficio nasal hasta una posición dorsal.

La naturaleza trabaja con lo que tiene, de ahí que haga chapuzas. De no ser así, en un plis crearía un bicho perfecto, cosa que no existe. Por tanto, la historia de cada ser vivo condiciona su futuro. Aunque, evidentemente, si la lotera que es la naturaleza así lo estipula, con el tiempo podría haber cierta convergencia; pero converger no quiere decir volver a tener, quiere decir encontrar una solución similar, no la misma, a un mismo problema, en tanto a lo largo de nuestra historia una serie de límites anatómicos se han impuesto y se debe lidiar con ello. Es más, a la naturaleza le gusta ser chapucera: en el momento en el que algún bicho se descarrila y se vuelve perfeccionista lo quita de en medio (<> ahora que pongo ésto, podría pensar que la naturaleza debe ser española < /desvarío >). Cuando un ser vivo se especializa, ha perdido tanto en su historia, que no le queda otra cosa que aquello en lo que se ha especializado. ¿Qué ocurre cuando, en el sorteo, a aquello en lo que se ha especializado se le ha acabado el dinero y ya no tiene para participar más en la lotería? vamos, ¿qué ocurre cuando el sustento del especialista se muere? Como se ha especializado tanto y es incapaz de usar otra cosa, acompaña a su sustento en el camino de la extinción. La imperfección no va así. La imperfección implica usar peor algo que el perfeccionista sí sabe utilizar, pero usar más cosas (todas ellas de modo poco eficiente) y por tanto amortigua mejor los embites del sorteo. Ande yo caliente y ríase la gente.

La naturaleza es caprichosa en su sorteo, como ya demostrara Heisenberg, así que más vale que vuestros bolsillos puedan sustentar vuestra participación si no queréis quedaros por el camino y que la naturaleza siga repartiendo suerte sin vosotros.

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